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  • Foto del escritorDaniela Concha

Condiciones para la motricidad global autónoma y el juego en la primera niñez.

Actualizado: 15 may 2022

Cuando observamos a las niñas y niños durante sus primeros años de vida, nos sorprende lo mucho que se mueven: cambian de posturas reiteradas veces, se desplazan reptando, gateando, caminando, corriendo, saltando! Pareciera que las pausas sólo son posibles cuando van a recuperar energías en el mundo de los sueños.


Al mismo tiempo, vemos que el movimiento del niño y la niña es como un motor que nutre y acompaña un tiempo - espacio muy importante de su vida: el juego.


Así es, el niño se mueve para jugar...y juega para moverse, por lo que ambos van de la mano y son inseparables. Donald Winnicott (2003) señala que jugar es un acto creativo y un fenómeno natural de cuya observación directa debería partirse si se quiere comprender las emociones y pensamientos que ocupan la vida de un niño en cada momento de su desarrollo. Por lo tanto, jugar es la expresión directa de la singularidad y mundo interno del niño y la niña, ergo, su salud física y emocional.


De esta manera, me parece de gran valor, reflexionar acerca de las condiciones indispensables para la promoción de un desarrollo motor armónico, que propicie el juego y por lo tanto el bienestar integral en esta etapa temprana. Para ello, me basaré en las minuciosas observaciones que la Dra. Emmi Pikler nos ha legado de su profundo trabajo por investigar y conocer el desenvolvimiento de la motricidad desde su concepción mas intrínseca y libre.


En su investigación "Moverse en Libertad. Desarrollo de la motricidad global" observó y develó que cuando acompañamos en una actitud oportuna y medida –sin invadir ni modificar las posturas y desplazamientos desde el decúbito supino (boca arriba) hasta los inicios de la verticalización y los grandes desplazamientos como gatear o caminar– el bebé los desarrolla con mucha eficacia y naturalidad desde su propia motivación por moverse y descubrir sus posibilidades. En palabras sencillas, no necesitamos sentar al bebé antes de tiempo o darle la mano para enseñarle a caminar, ya que está en su camino evolutivo el poder hacerlo por sí mismo, ¿qué implicancias tiene esto para su vida? Pikler (1969) señala que "El de que los niños adquieran por sí solos, gracias a sus propias actividades, las nuevas fases del desarrollo motor y de que entablen por sí mismos conocimientos de su entorno, influyen favorablemente en su deseo de moverse y crean la condición básica para la evolución ventajosa de su estado emocional, de su desarrollo intelectual y, en general, de su desarrollo psíquico" . Por lo tanto, mientras menos queramos enseñar, modificar e intervenir en el despliegue del movimiento auto inducido, estaremos favoreciendo el desarrollo -aprendizaje de áreas trascendentales de esta etapa.


Siguiendo a la Dra. Pikler, dentro de los diversos aspectos que desarrolló en en su investigación, destacó 4 condiciones materiales indispensables para garantizar una motricidad autónoma fluida:


  1. Indumentaria que obstaculice lo menos posible los movimientos: la ropa de los bebés, niños y niñas es muy importante para favorecer el movimiento libre. Procuramos que sea flexible, no muy gruesa y que su confección sea funcional, es decir, que permita la flexión, extensión y rotación de las articulaciones de los cuatro miembros, como también la abducción y flexión de caderas.

  2. Espacio adecuado: tanto dentro del hogar como al aire libre, el bebé pasa su tiempo de vigilia en un parque de juego (zona de juego protegida por un separador de barrotes de madera) desde que se vuelven de costado, pero a lo más tardar desde la edad de tres meses. Las indicaciones de dimensiones de superficies serán variadas de acuerdo a la cantidad de bebés en un espacio, como también la etapa evolutiva del desarrollo motor.

  3. Calidad de la superficie: el piso de los parques de juego es de madera, cubierta por una tela de algodón.

  4. Juguetes adecuados, aparatos especiales para estimular los movimientos: a partir de los 3-4 meses proporcionamos a los bebés juguetes adecuados a su etapa de maduración, es decir, que puedan manipular por sí mismos sin ayuda de los adultos y con los cuales puedan jugar solos; mientras el bebé juega boca arriba o boca abajo, todos los juguetes deben permanecer cerca. En ningún momento ponemos juguetes en las manos del bebé, tampoco los fijamos por encima de su cabeza (móviles) ni en los barrotes de la cuna. La manera progresiva en cómo se va desenvolviendo el juego y la manipulación forma parte de los estudios desarrollados por Éva Kálló y Györgyi Balog, al igual que los importancia de los objetos y juguetes pertinentes desarrollado por Anna Tardos, su conocimiento nos permitirá encontrar valiosas respuestas para preparar un espacio de juego. Sobre los aparatos de madera, una vez que los bebés comienzan a reptar y gatear, podemos ofrecer un set de planos inclinados y plataformas, que al darla vuelta se convierte en un caja de la que los bebés pueden entrar y salir gateando. Asimismo, en esta etapa y cuando los niños y niñas comienzan a verticalizarse, podemos ofrecer una escalera triangular con dos barras, cada una con peldaños de barrotes redondeados de madera (como los que observamos en la escena de la acuarela), que estimula el subir y bajar escalones. Los aparatos de madera – desarrollados por Pikler y otras grandes mujeres-maestras, interesadas por el estudio del desarrollo infantil temprano y el movimiento autónomo–forman parte de esta propuesta pedagógica, como un factor facilitador y promotor de experiencias activas y dinámicas en el binomio "juego y motricidad". Son parte de estas condiciones indispensables para el despertar del movimiento libre.


Acuarela Rünkün por Magdalena Yolin, Licenciada en Artes y Profesora Waldorf.

www.magdalenayolin.com - @tallerartewaldorf


A través de estos aparatos podemos apreciar cuántas capacidades y posibilidades de movimientos hay, cómo el niño y la niña se desafía y se conoce en sus propias competencias y limitaciones, en su propia imagen.


Emmi Pikler se interesó no sólo por conocer qué sucedía con el desarrollo de la motricidad global espontánea del bebé, sino que por sobre todo en cómo generar las condiciones ambientales cotidianas que le permitirán develar las capacidades extraordinarias que se desprenden volitivamente desde los primeros momentos de vida.


A su vez, quería demostrar que si ideamos una atmósfera pertinente, podemos contemplar el arte del movimiento y su fisiología, en este sentido, los espacios, los objetos de juego y aparatos debían estar organizados por una figura adulta que subyace de una actitud observadora, replegada y contemplativa.


Asimismo, y para finalizar, un último factor que consideró fundamental dentro de esta propuesta, guarda relación con las interacciones del bebé, el niño y la niña con su cuidadora y/o cuidador. Este tercer factor, es el corazón que permite todo el despliegue de capacidades y habilidades motrices. Judit Falk (2003) pediatra y colabora del trabajo desarrollado por Pikler, nos entrega una imagen muy clara y bella sobre la implicancia de la relación bebé-cuidador(a) en su interés por actuar en el mundo:


"Al niño le resulta indispensable sentirse seguro para ser activo. La base de este sentimiento proviene de la seguridad afectiva que le procura una relación con el adulto, cálida, hecha de ternura y de confianza. Esta relación es uno de los elementos precursores de su gusto por la actividad libre y autónoma, fuente de placer y de experiencias favorecedoras de un desarrollo armónico, sustentado en un sentimiento de eficacia en sus relaciones con el adulto".


El movimiento libre del niño y la niña pequeña, contiene una semilla que será sembrada en la tierra para brotar y florecer cada una a su propio ritmo.



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